
Crónica de una llegada a Vietnam días después del tifón Yagi
✍️ Andrea Barragán ⎮ Viajes Guays
En el mes de junio de este año, añadí un nuevo vuelo a la lista. En poco más de 3 meses, una nueva aventura me esperaría en Asia, un continente muy poco explorado por mi parte.
En concreto, el destino sería Vietnam que, en mi mente, estaba lleno de campos de arroz, de playas más vacías (pero igual de idílicas) que las de su vecina Tailandia y de testigos silenciosos en recuerdo de la guerra de hace unas décadas.
La preparación de este viaje consistió en comprar el vuelo, solicitar el visado y pedir una guía a Anaya Touring. Nada más. En los viajes de larga estancia no necesito planificar mucho más, pues voy haciéndolo sobre la marcha. Ni leí blogs, ni busqué información, ni abrí mi nueva y reluciente guía de viajes.
A solo 10 días de mi viaje, de repente me interesé por el clima en Vietnam. Y me encontré con la información de que los meses de septiembre y octubre son los más dados a la presencia de tifones. Entonces, me pregunté qué es exactamente un tifón y descubrí que es lo mismo que un huracán y, de hecho, que un ciclón. Es un mismo fenómeno meteorológico que cambia de nombre en función del punto geográfico en el que se da.
Me pareció curioso añadir esta nueva preocupación viajera a la lista de posibles inconvenientes. ¡Nada más y nada menos que lidiar con un tifón! Wow.
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Jueves 5 de septiembre
Solo 3 días después y exactamente una semana antes de la salida de mi vuelo, leo las noticias. Parece que un tifón que ha asolado ya Filipinas y la isla china de Hainan se acerca peligrosamente a Vietnam y tocará tierra en las próximas horas. Según parece, el tifón Yagi, que así se llama, es el más potente en los últimos 75 años. Las autoridades vietnamitas, entonces, deciden cerrar algunos aeropuertos, incluido el de Hanói, que será mi puerta de entrada en solo 8 días.
Sábado 7 de septiembre
El tifón Yagi llega a Vietnam el sábado 7 de septiembre. Los vídeos colgados en Twitter son espeluznantes. Sobre todo parece que afecta al norte del país y muy especialmente a la región de Sapa, uno de los destinos más turísticos de Vietnam por sus paisajes de arrozales y sus múltiples rutas senderistas. Empiezan a llegarnos imágenes terribles de inundaciones y de calles arrasadas por el agua.
En Hanói también ha dado fuerte, pero no hay que olvidar que es una gran ciudad, así que parece que resiste. No obstante, en los días siguientes se enfrenta a una espectacular crecida del río Rojo, que atraviesa la capital vietnamita. La Embajada de España en Vietnam rápidamente emite un comunicado con la lista de barrios inundables e insta a alejarse de la orilla del río. Faltan solo 3 días para que salga mi vuelo.
Miércoles 11 de septiembre
Falta 1 día para mi vuelo y no sé si es seguro coger el vuelo a Hanói. No sé lo que me voy a encontrar allí. He revisado la lista de barrios inundables de la Embajada, tratando de localizarlos en el mapa. Abarca prácticamente todo lo que parece el centro. ¿Y entonces? Examino la reserva de alojamiento que realicé hace unas semanas y observo que está ubicado no solo a orillas del río Rojo, sino al lado del puente Long Bien, el puente más emblemático de la ciudad cerrado al tráfico desde ayer por las inundaciones. No parece el lugar ideal para hospedarse, ¿no?
No entiendo de barrios mejores y peores y, según las noticias, parece que todo Hanói está inundado, así que recurro a una lógica aplastante. Encuentro una foto en Twitter por casualidad de la estación de tren y descubro que el área está libre de agua. Voy a Google Maps y veo que hay un hotel Meliá muy cerca y, de hecho, hay varios hoteles “buenos” en la zona. Han bajado sustancialmente los precios, así que, ya que he decidido seguir adelante con mis planes, pasaré mi primer fin de semana en un hotel “bueno”, cerquita del Meliá. Si las cosas se tuercen, solicitaré refugio en territorio español. Mi plan es infalible.
Llegada y primeras horas en Hanói
Estoy más tranquila porque me he comunicado con mi hotel y me ha dicho que no me preocupe que todo está en orden. Aun así, decido contratar el servicio de transporte del hotel para que me recoja en el aeropuerto al aterrizar. Un servicio que, por cierto, nunca llega.
Son alrededor de las 20.30 horas, es absolutamente de noche en Hanói y no despego mi vista de la ventana en todo el recorrido desde el aeropuerto hasta el hotel. Intento adivinar si hay calles inundadas o, al menos, más agua de lo normal. Me sorprende que todo esté en calma. Es viernes por la noche y hay mucha vida en la calle.
A la mañana siguiente, un calor asfixiante y superhúmedo me recibe tras atravesar la puerta de mi hotel. Me dan la bienvenida el ruido de las motos, el sol abrasador y un tráfico incesante que, después aprenderé, nunca te facilitará que cruces al otro lado de la acera.
Bordeo el famoso lago Hoan Kiem y me adentro en el casco histórico, un entramado de callejuelas con miles de puestos y donde el tráfico de las motos no te deja relajarte ni un segundo. En el camino, eso sí, observo muchos árboles enormes arrancados de cuajo. También hay calles enmarañadas con muchas ramas que aún no han podido ser recogidas. Otros tantos árboles están sujetos con retenedores de hierro, me imagino, para evitar que se derrumben. Las rachas de viento superaron los 150 km por hora, así que no me extraña que haya tantos árboles tirados. Se calcula que más de 40.000 árboles cayeron por el tifón.
La siguiente parada es el puente Long Bien, que cruza el río Rojo y que han reabierto hace nada. La pequeña calzada peatonal da un poco de susto porque está cubierta de baldosas de cemento que probablemente daten de 1902, cuando fue construido por los franceses, y muchas de ellas se mueven y no están del todo bien ensambladas. No obstante, me apetece asomarme para ver cómo va el caudal del río. Sigue haciendo un calor infernal y casi no puedo contemplar el paisaje tranquila porque me ha dado por pensar que, quizás, el tifón haya dañado alguna baldosa y me vaya abajo.
Cuando llevo 20 minutos de caminata con todos estos pensamientos en mi cabeza, me asomo y veo una extensión de plataneras anegadas. Unos días después descubriré que es Banana Island, una pequeña isla en medio del río Rojo muy popular para ir en bici o pasear por sus bonitas vistas de las plataneras.
En la tarde me acerco al lago Ho Tay, flanqueado por terrazas con sillas y mesas diminutas, que parecen haber sido compradas en la sección de niños de cualquier tienda de muebles, para tomar un café o té. Caminando, descubro un banco de hierro y un trozo de valla deformados y oxidados y me pregunto si ha sido por el tifón o, quizás, como en ocasiones ocurre en estos destinos, por la dejadez de sus gobernantes.

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