Miradas del mundo
✍️ Eduardo Gómez ⎮ Los viajes de Lewar
Ziiippp,… Si la ilusión fuera un sonido, sonaría así.
Tras meses de preparación, cierras la maleta mientras haces un último repaso mental. Lo tienes todo. Y lo más valioso, ese librito repleto de sellos que te abre la puerta a tu destino.
Sientes un pellizco de preocupación, ¿seguro que está en vigor? Las diez veces que lo has comprobado durante estos meses estaba en vigor, cuando lo metiste en la maleta estaba en vigor, pero ¿es posible que haya casos de caducidad súbita? No conoces ninguno, pero, por si acaso, lo compruebas una vez más. Está en vigor, respiras con alivio.
¿Cómo será el sello del pasaporte del país al que viajas? Seguramente es algo insignificante, pero te hace sonreír.
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Despegas. Tu estrés y tus preocupaciones se quedan en tierra. Y van pasando las horas para estar cada vez más cerca de tu destino. Ya no sabes si desayunas, comes o cenas.
Aterrizas, el mundo es otro. Por un momento piensas que no es real, que es una obra de teatro donde se ha cambiado el decorado. Pero es auténtico, todo suena, huele y se siente diferente. Y ahí estás tú, formando parte de ello.
¿Por qué has elegido este destino? Quizá sea un paisaje, una selva, un volcán o un glaciar. Tal vez sea una ciudad o una cultura, el lugar más al norte, el más al sur, el más profundo o el de mayor altitud.
Una experiencia es lo que siempre vas a encontrar, pero ¿qué más te traerás?
Seguramente algún recuerdo, eso que te enamoró en aquel mercadillo, aquello que compraste por ayudar a alguien o el imán de la nevera que te han encargado. Es posible. Pero lo que te traerás siempre, sin duda, es una mirada.
Viajar es una sensación difícil de describir. Es la libertad de poder recorrer el mundo con apenas una maleta, es la pasión por sentirte diminuto en un mundo enorme, es un pequeño escalofrío que recorre tu cuerpo cuando llegas a tu destino, es la dilatación de tus pupilas cuando el sol se refleja en alguna de las maravillas naturales de este mundo.
Pero, sobre todo lo demás, viajar es conocer gente, es sentirte parte del lugar al que viajas, es mirar a los ojos de las personas con las que te cruzas para poder sentir lo que ellos sienten a través de sus miradas.
Todas aquellas miradas, todos aquellos rostros, todos aquellos gestos con los que nos hemos cruzado por el mundo, han quedado guardados en nuestra memoria para no poder ser borrados jamás.
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Isla de Sulawesi, entre rituales ancestrales
Comenzamos nuestro viaje por las miradas del mundo en Indonesia. Durante nuestra aventura recorrimos algunas de las islas más impresionantes del archipiélago.
Subir a la cima de algunos de los volcanes activos más peligrosos del Cinturón de Fuego del Pacífico en la Isla de Java o perdernos entre arrozales infinitos en la Isla de Bali, fueron algunas de nuestras experiencias más valiosas.
Sin embargo, nada es comparable a que nos invitaran a participar en uno de los ancestrales rituales funerarios que se celebran cada verano en la preciosa isla de Sulawesi. Pueblos enteros acuden a estas celebraciones en los que la vida y la muerte se mezclan entre sí durante varios días.
Todos ellos, actos complicados de entender para una mente occidental como la nuestra, pero que te enseñan con toda crudeza el abismo que existe entre nuestras culturas.
Fue en un pequeño poblado de esta isla, en el que las casas de bambú se alzaban frágiles sobre el suelo, donde encontramos un grupo de niños jugando a algo que debía de parecerse al fútbol. Pero no todos jugaban.
Tras los pilares de una de las casas encontramos una mirada de asombro, de fascinación, e incluso de miedo, que nos observaba como si no hubiera visto nunca a personas como nosotros. Probablemente así era.
No sabemos si fuimos nosotros quienes descubrimos esa mirada, o fue esa mirada la que nos descubrió a nosotros, pero será difícil que olvidemos esos ojos negros que concentraban tantas emociones.
Y, si te acercas a la fotografía, percibirás que tuvimos la fortuna de quedar grabados en su pupila para siempre.
Nepal, un maravilloso misticismo
Nuestro viaje por las Islas Maldivas, el Tíbet y Sri Lanka, contaba también con una escala llena de color y sabor en Nepal, en la maravillosa Katmandú, con su caótico y bullicioso centro en el que todo parece tener un delicioso desorden.
Desafortunadamente, una parte de Katmandú se perdió al temblar la Tierra en el año 2015. Aunque nuestra visita fue anterior, una parte de nosotros también tembló cuando conocimos la noticia.
Entre templos, pagodas y estupas, visitamos el lugar más venerado por los hinduistas de Nepal, el increíble Pashupatinath, en el que el mundo gira en torno a las ceremonias funerarias y en los que lo místico se mezcla con lo terrenal, entre aromas a flores e incienso.
Sumergidos en esa atmósfera, encontramos a un Sadhu, un asceta nepalí que alimentaba su alma con meditación… y con alguna que otra aportación, que aceptaba gustoso, de los viajeros que por allí iban pasando.
Una colorida sonrisa dibujada en su rostro nos da la bienvenida. Su cálida mirada está cargada de experiencias, de revelaciones divinas y de un aura que sólo posee quien ha estado muy cerca del nirvana.
Pero nuestro viaje por Katmandú todavía no ha terminado. Fue en la histórica y monumental Plaza Durbar de Patan, entre palacios reales y templos, donde encontramos otra de esas miradas que nos cautivan y que nunca olvidaremos.
A la salida del colegio, decenas de niños desfilan de manera ordenada por las calles de Patan, esperando la orden de su profesor para romper filas y correr alborotados.
Unos momentos después, cansado ya de correr por toda la plaza, un niño se toma un descanso en uno de los templos que la rodean. Su pícara sonrisa y su mirada traviesa nos regalan un momento precioso para imaginar sus pensamientos y recogerlos en una fotografía.
Miradas de terracota en China
Seguimos nuestro viaje por el continente asiático, probablemente el que más nos ha cautivado en nuestra vida como viajeros, con permiso de la increíble África.
Hacemos una parada en Xi’an (China), en la ciudad en la que, en un tiempo lejano, cientos de guerreros de terracota fueron sepultados para proteger a Qin Shi Huang, el primer emperador de China, de incómodos invasores.
Más de 6.000 guerreros en formación de batalla nos dejan boquiabiertos. Ni siquiera el tiempo ha podido hacer mella en sus perfectos rostros de terracota. Sus detalles y sus acabados son dignos del mejor escultor, hasta el punto en que sólo imaginar un encuentro con ellos en un callejón oscuro acongojaría al más valiente.
Y entre todas las figuras, la tenue luz de un gélido día de enero ilumina a uno de los soldados, que nos miraba y nos sonreía con la amabilidad de quien recibe en su casa al viajero y no pretende presentar batalla, aun sabiéndose ganador de cualquier combate.
Vietnam, la calidez asiática
Damos un salto en el mapa, uno pequeño, para encontrarnos uno de esos rostros que siempre recordaremos.
Paseamos por Hanoi, la bulliciosa capital de Vietnam, en la que millones de personas se mueven con caótica armonía. Un curioso contraste entre su ajetreo diario y la paz interior que transmiten cuando se paran a mirarte.
Una ciudad en la que todas las motos del mundo pasan veloces y ruidosas junto a ti, convenciéndote de que llegar al otro lado de la calle es tarea imposible. Pero todos sabemos que los viajeros somos inmortales. Y, entre todo ese alboroto, un jardinero se afana en cuidar las flores de su jardín.
Sereno, concentrado, dedicado, aislado del entorno, empeñado en hacer brotar la belleza en el caos, nos hace sentir la historia de un país concentrada en un instante.
Camboya, caminando entre templos engullidos por la selva
Viajamos rumbo al oeste hacia uno de esos lugares que todo viajero debe visitar por lo menos una vez en la vida. Llegamos a Siem Reap, la capital del imperio Jemer, que esconde en sus entrañas los increíbles Templos de Angkor.
Sin embargo, ni los impresionantes templos arrancados a la selva como Angkor Wat, Bayon o Ta Prohm logran sobrecogernos tanto como algunas de las miradas que nos esperan.
Y es a la entrada del complejo de Angkor cuando las encontramos. Sus más de 900 años no han hecho que cambien sus muecas, ni que hayan perdido un solo ápice de expresión.
Rostros serios, quizá preocupados, se exponen a la mirada del viajero entre musgo centenario y algunos rasguños provocados por el paso del tiempo.
Caras severas, gestos de complacencia e incluso alguna tímida sonrisa, nos dejan una de las imágenes que hemos seleccionado en este viaje por las miradas viajeras. Expresiones, todas ellas, que nos cautivan.
Japón, el país del sol naciente
Viajamos al extremo oriente, concretamente a Tokyo, una de las mayores y más gratas sorpresas de nuestra vida como viajeros.
Esta ciudad nos enamoró hasta el punto en que la vuelta es una de nuestras tareas pendientes.
El bohemio barrio de Harajuku, el elegante Ginza o el vibrante Akihabara, con escenas dignas de cualquier tebeo de manga, ya forman parte de nuestras mochilas viajeras.
Tenemos suerte y, en las fechas en que viajamos, se celebra uno de los torneos más importantes de Sumo, el Hatsu-Basho.
Así que, sin saber nada de este tradicional deporte, pero con una curiosidad inmensa, nos acercamos al Ryogoku Kokugikan para presenciar en directo algunos de los combates más esperados del día y ver a los luchadores más aclamados por el enfervorecido público.
Y es aquí donde encontramos la fotografía que buscamos, esa en la que los duros y serios rostros de los luchadores, que miran al vacío horizonte del pabellón, reflejan la concentración de quien necesita la calma antes del combate.
Miradas esquivas, como si nadie quisiera encontrarse con los ojos de su rival, nos integran en el silencioso ritual previo a una gran batalla.
Jerusalén, la ciudad Santa
Cambiamos de escenario para encontrar otro de los rostros que han marcado nuestra historia viajera.
Nos encontramos en Jerusalén, la Ciudad Santa, uno de los destinos que más nos han impactado por la potente energía que genera la concentración de tantas almas devotas en un mismo lugar. Separadas por su respectivo Dios, pero unidas por su fervor, esta energía se respira en cualquier rincón de sus calles.
Su ciudad vieja, con el ajetreado y colorido barrio musulmán, con su elegante barrio judío, con la sobriedad del barrio armenio o la espiritualidad del barrio cristiano, es una auténtica maravilla para el viajero.
Y es aquí, en el lugar más sagrado de la Tierra, donde en pocos metros se encuentran dos de los lugares más sagrados para cristianos y musulmanes, y en el que los símbolos religiosos conviven con extraña normalidad con los fusiles y chalecos antibalas de los policías, en el que encontramos otro de los rostros que nos han marcado para siempre.
El muro occidental del Templo Judío, el Muro de las Lamentaciones para quien prefiera conocerlo por ese nombre, nos ofrece un rostro de intensa devoción, cubierto por el más puro sentimiento de quien está convencido de que sus plegarias serán escuchadas.
Apoyado con suavidad en la fría piedra, susurra palabras ininteligibles para nosotros, pero con inmenso sentido para su Dios. Una mirada interior que concentra con intensidad la atmósfera mística que se respira cuando te acercas a este lugar.
Tanzania, entre tribus y fieras
A miles de kilómetros, muy cerca del Ecuador, las sensaciones se agolpan en uno de los viajes más bonitos de nuestra vida.
Tras recorrer maravillosos paisajes en Uganda y Kenia, llegamos a nuestro destino final, Tanzania, donde cualquier amante de los animales en libertad vive un auténtico espectáculo.
Hemos visto todos los animales que soñábamos ver. Hemos vivido unos días entre leones, guepardos, elefantes, jirafas, hipopótamos o leopardos. Nuestra tienda de campaña ha compartido espacio con las hienas que aprovechan la noche para acechar a sus presas.
Hemos vivido la mayor de las migraciones animales de África, con cientos de miles de cebras y ñus cruzando el río Mara en una organizada estrategia para sobrevivir a los cocodrilos que acechan bajo sus aguas.
Hemos tenido la fortuna de presenciar, a pocos metros, cómo una madre adiestra a sus pequeños guepardos en la caza de una gacela. Se nos encoge el corazón cuando lo consiguen.
Pero fue en un poblado Masai, cerca de la frontera entre Kenia y Tanzania, donde encontramos esta profunda mirada, al mismo tiempo curiosa e intrigante.
La tranquilidad con la que mira nada tiene que ver con el jolgorio, los cánticos y los bailes de los que participaban el resto de habitantes. Sin embargo, ésta es la magia de la fotografía, que es capaz de encontrar calma tras el bullicio y el sosiego tras la agitación.
Cuba, la hospitalidad caribeña
Viajamos al Caribe para disfrutar de un paraíso en la Tierra. Llegamos a Cuba para entender la vida en ese país y, por qué no, para quedarnos sin habla al encontrar algunas de las mejores playas que hemos visto nunca.
Recorrimos la isla de este a oeste, disfrutando a sorbos del más puro ambiente caribeño en cada rincón, conociendo personas, conviviendo en sus casas y probando en cada destino el que nuestros anfitriones aseguraban ser el mejor mojito de Cuba.
Pero fue en la ciudad vieja de La Habana, donde la calle es la vida y la vida es la calle, en la que encontramos un ejemplo de la mirada dulce e indiscreta que define al pueblo cubano. Esta mirada merecía un retrato digno del mejor acuarelista.
Perú, la joya de los Andes
Viajamos al sur hasta llegar a la cordillera de los Andes. Visitamos el maravilloso Perú, donde la gastronomía es un arte y donde el arte es una delicia digna del mejor chef.
Una repentina sensación de mareo nos recuerda que estamos en Cuzco y no somos inmunes al mal de altura. Superado este escollo, visitar los mercados de la ciudad, los cercanos restos de la cultura maya y pasear entre alpacas y llamas es puro espectáculo.
Sin embargo, antes de emprender nuestro viaje hacia la mágica Machu Picchu, nos detenemos a visitar uno de los mercados al aire libre más auténticos de la región.
Llegamos a la pequeña ciudad de Pisaq, donde centenares de objetos, tejidos de mil colores y arte por doquier nos colman de sensaciones.
Y es en ese momento, cuando nos relajamos en la plaza del pueblo disfrutando de una Cusqueña helada, bajo una luna llena totalmente visible de día, cuando vemos a lo lejos una curiosa escena.
Una mirada pensativa capta nuestra atención. Esa niña sentada en la acera con su traje tradicional, aferrándose a un pequeño juguete de plástico y a una cabra que descansa sobre su regazo, nos provoca una inmensa ternura. Quizá algún día nuestras miradas vuelvan a cruzarse.
Estambul. Mezquitas de ensueño
Sultanahmet, uno de los lugares que nadie puede perderse en la capital turca, Estambul. Por más veces que vayamos a esta ciudad, repartida entre Europa y Asia, no nos cansaremos de volver.
Cada vez que nuestras miradas se posan en la Mezquita Azul nos sobrecoge, rasgando el cielo con sus seis minaretes y alzando la voz del muecín a lo largo y ancho de esta histórica ciudad. Y enfrente se erige Santa Sofía, con sus inscripciones en negro y oro sobre tondos de madera circulares que dibujan los nombres de los más ilustres personajes del islam. Escuchamos un ruido. Parece un maullido que proviene de los bajos de un viejo coche aparcado en la acera. Y entonces lo vemos.
Con un rostro dividido por el sol que alumbra el atardecer, encontramos un pequeño gato que nos mira inquisitivo.
Una mirada profunda y un color de ojos que pocas veces hemos visto antes. Nadie puede decir que la mirada de un animal no es capaz de expresar lo mismo que la de un ser humano.
Y así van pasando los años, los destinos se van sucediendo y las experiencias acumulando. Unas se amontonan sobre otras, algunas se desdibujan, pero las miradas con las que nos cruzamos permanecen para siempre en nuestra memoria.
Vuelves a casa, ziiippp, abres la maleta y ahí están, tus tesoros del viaje. Un recuerdo, eso que te enamoró en aquel mercadillo, aquello que compraste por ayudar a alguien, el imán de la nevera que te han encargado.
Pero lo que más valor tiene es esa mirada que te pellizca el alma, que te hace ver la vida de forma diferente, que se queda contigo para siempre.
Miradas que dejan huella.
Miradas que permanecen.
Miradas que se te incrustan.
Miradas que te cambian tu forma de mirar.
5 Comentarios
Javier Cano
Sangre nueva en el blog con su propia impronta y personalidad.
Esta es la mejor manera de convertir a Spaintralbloggers en una referencia en el maravilloso mundo de los viajes.
M Pilar Diaz
El articulo es pura delicia. La redaccion es dinamica y, a la vez, poetica. Te engancha desde el primer parrafo por la forma en que desgrana las experiencias y emociones vividas en los diferentes viajes a lo largo y ancho del maravilloso planeta tierra. Y, por supuesto, enhorabuena por las fotos que habeis compartido con nosotros, gracias por hacernos participes de estos maravillosos y secretos tesoros. Dicen que los ojos son el espejo del alma y, ciertamente, estas miradas nos interpelan y nos provocan un cosquilleo. Gracias Eduardo por tan emotivo articulo, por remover nuestras almas, azuzar nuestras ganas de viajar, por querer seguir recorriendo el mundo y la vida. Gracias por recordarnos que el mundo esta repleto de gente maravillosa.
kenyaatumedida web
Embárcate en un safari en Kenia y sumérgete en la majestuosidad de la naturaleza africana. Desde los majestuosos leones hasta los elegantes elefantes, cada encuentro es una experiencia inolvidable en la tierra de la sabana.
Elvira
Espectacular el artículo. Sin palabras, bueno si, sólo estás, «me ha despertado el deseo de viajar».
Inma
Preciosa narración y muy bellas imágenes. El conjunto es tan perfecto, que permite vivir cada unos de los lugares como si estuvieras en ellos en ese mismo momento, increíble no tengo palabras….¡¡ Mi más sincera enhorabuena!!