Paisajes Superlativos

Paisajes superlativos: cuando la naturaleza nos hace pequeños 

✍️ Concha Peiró ⎮ Aetheria Travels

Hace ya algunos años pude ver en el Museo Nacional del Prado de Madrid una exposición monográfica dedicada a la obra del pintor alemán Caspar David Friedrich (1774-1840).

Descubrí así las pinturas paisajísticas de este artista, puro reflejo de la corriente romanticista de la época en que fueron realizadas. Los cuadros reflejan la grandeza de la naturaleza, su fuerza a veces desbocada y la pequeñez del ser humano en medio de un universo infinito.

No son pocas las veces que me he acordado de Friedrich y sus cuadros durante mis viajes. En determinadas ocasiones, me he encontrado frente a paisajes grandiosos, tan poderosos que sólo queda contemplarlos con la mirada llena de asombro. Son montañas sólidas y potentes, desiertos perpetuos, caudales de agua inimaginables o caprichos geológicos que nos devuelven a nuestra pequeña escala humana y nos obligan a la humildad, algo que no deja de ser un buen ejercicio de tanto en cuando. 

En este artículo te invito a viajar en texto e imágenes a siete de esos paisajes grandiosos. Si no los conoces aún, te animo a hacerlo. Ahora los describiremos y veremos en foto, pero, como dijo el escritor Blasco Ibáñez en La vuelta al mundo de un novelista, hay que conocerlos de primera mano:” Ten en cuenta además la voluptuosidad del movimiento, las embriagueces de la acción, la ardiente emoción de contemplar de cerca, con los propios ojos, lo que se leyó en los libros”. 

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1. Parque Nacional de las Torres del Paine. Patagonia (Chile) 

Las Torres del Paine, en la Patagonia chilena, son sin duda uno de los paisajes más grandiosos a los que me he enfrentado. Allí, la belleza es imponente y superlativa, Para entender la inmensidad de este escenario, basta con fijarse en una referencia: es la finca o estancia de paredes blancas y tejado más oscuro que aparece casi en primer plano, como un elemento minúsculo en la porción izquierda de la imagen.

2. Valle de la Luna. Desierto de Atacama (Chile) 

Si nos vamos ahora al norte de Chile, veremos en el Valle de la Luna paisajes extensos que nos parecerían propios de otros planetas o satélites. Una antigua extensión de agua evaporada con el transcurrir de los tiempos geológicos ha dejado una capa de sal blanquecina que podría parecer nieve en pleno Desierto de Atacama. Una pista de tierra, que se ve a la derecha de la imagen, atraviesa este paraje alucinante. 

3. Dettifoss (Islandia) 

¿Es posible una cascada lateral que se desplome por un profundo barranco basáltico? ¿Y si además por este corte vertical en la tierra se cuela el arco iris desplegando su gama multicolor? Aunque parece más propio de un relato de ficción que de la realidad, esa visión asombrosa se produjo ante la mirada atónita de los que estábamos en ese momento en el que el sol se fundió con las gotas de lluvia en el norte de Islandia. 

4. Glaciar Sólheimajökull (Islandia) 

Caminar al pie de un glaciar y sentirse diminuto ante una gran masa de hielo milenario es otra de las sensaciones que ofrece ese prodigio geológico que es Islandia. En el sur de la isla de hielo y fuego, el glaciar Sólheimajökull tiñe su color blanco con el gris de las cenizas del volcán Katla, que se despierta de vez en cuando. 

5. Monument Valley – Arizona, Utah (Estados Unidos) 

Viajamos ahora a Estados Unidos. Extendido entre los estados de Arizona y Utah, este vasto territorio gestionado por los indios navajos debe su impactante color rojizo al óxido de hierro de la roca sedimentaria que lo conforma. Ha sido escenario de numerosas películas del oeste. El mítico director John Ford tenía preferencia por este paisaje en el que el agua y el viento han dibujado formaciones macizas, los mittens y los buttens, que sobresalen sobre el suelo por el que cabalgaban sus cowboys

6. Cañadas del Teide. Tenerife (España) 

La carretera sinuosa va ascendiendo desde la costa, atravesando pinares y tierras volcánicas, hasta llegar a un paisaje yermo y diferente, donde el viento es cortante y el sol parece más cercano debido a la altitud. Estamos en las Cañadas del Teide, un anfiteatro lunar de lava, roques, fauna y vegetación autóctona. Desde esta antesala se pueden ver los últimos tramos del ascenso al gran monte Teide, rematado por su pico volcánico. En la imagen, la estación superior del teleférico, a 3.555 metros de altitud, se percibe como un minúsculo cubo que precede al cono final. 

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7. Cataratas Victoria. Victoria Falls (Zimbabwe) 

Finalmente nos vamos al continente africano. Estamos en Zimbabwe, en la localidad de Victoria Falls, junto a la frontera con Zambia. Allí, por un capricho de la naturaleza, el tranquilo y ancho río Zambezi se desploma súbitamente por unas cataratas asombrosas, de más de kilómetro y medio de ancho y con una caída vertical de casi 100 metros. El impacto forma un vapor de agua, una especia de lluvia invertida que de lejos parece una humareda blanca. De ahí, el poético nombre que los locales dan a las Cataratas Victoria: Mosi-Oa-Tunya, o lo que es lo mismo, el Humo que Truena.  

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