Viajes y paisajes, un mundo de contrastes
✍️ Concha ⎮ Aetheria travels
«Cada vez que me sorprendo poniendo la boca triste, cada vez que en mi alma hay un noviembre húmedo y lloviznoso, entonces, entiendo que es más que hora de hacerse a la Mar tan pronto como pueda.»
Herman Melville. Moby Dick
Me gusta esta cita de Herman Neville porque refleja muy bien la inquietud del espíritu viajero cuando éste lleva ya demasiado tiempo en modo sedentario. Va creciendo entonces un impulso que empuja inevitablemente al movimiento y a la prospección. Y es que, como comento en la presentación del blog de Aetheria Travels, viajar es cambiar de paisaje, probar otras combinaciones estéticas, sumergirse en otros universos y otros coloridos. Es también disfrazarse un poco, es jugar a ser otro o a ser uno mismo pero en otros contextos. Viajar es, también y sobre todo, libertad.
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En este artículo me gustaría que recorriéramos juntos algunos de esos paisajes tan diversos que nos ofrecen los viajes. Y al decir paisajes, no se trata solamente de los naturales, sino también los humanos y de los culturales. Los que aparecen a continuación son sólo una muestra de diversidad y contrastes, pero dan una idea de lo fascinante y enriquecedor que resulta descubrir el mundo a través de los viajes.
Viajes y paisajes, un mundo de contrastes
1. Paisajes de arena y desierto
Ksar Ghilane (Gran Erg Oriental)
Aún recuerdo con nitidez la gran impresión que me causó la vista de las dunas rojizas del oasis de Ksar Ghilane, al sur de Túnez. Eran perfectas, bien formadas, compactas y de un color naranja intenso. En esa zona el Sahara adopta el nombre de Gran Erg Oriental. Es ese desierto perfecto que sobrevuela con su avioneta el Conde László Almásy, el protagonista de “El Paciente Inglés”. Conforme va cayendo la noche, las dunas se tornan cada vez más rojizas y contrastan con el azul oscuro del cielo donde ya se ve brillar la luna del desierto.
2. Paisajes de hielo y nieve
Parque Nacional de los Glaciares (Argentina)
De los colores cálidos pasamos a los fríos, azules, grises y blancos. Un catamarán nos pasea por las gélidas aguas del Parque Nacional de los Glaciares, en los Andes australes del sudoeste de Argentina. Las montañas nevadas parecen mirarse en el agua cristalina y los glaciares sumergen en el lago sus lenguas de hielos milenarios. El azul intenso, oxigenado, de los bloques de hielo que van navegando a la deriva, resulta hipnótico.
3. Paisajes de agua
Cataratas de Iguazú (Brasil)
Más allá de los mares o de los grandes lagos, en pocos lugares he visto tanta agua fluir como en las Cataratas de Iguazú. Se reparten entre Argentina y Brasil formando uno de los paisajes naturales más esplendorosos que he podido contemplar. La fuerza del agua despeñándose en tromba desde grandes alturas reafirma la fuerza de la naturaleza. La vegetación se alimenta de este líquido de vida y fluye y se expande en toda su plenitud.
4. Paisajes templados
Bois de la Cambre, Bruselas (Bélgica)
Cambiamos de latitudes: Bruselas, fin de verano. Paseo por el Bois de la Cambre, al sur de la ciudad. Sus altos árboles aún conservan las hojas en el apogeo de su verdor. Las altas copas se tocan entre sí y forman una especia de cortina vegetal que protege y da sombra. El ruido de la ciudad queda lejos, el bosque se convierte en un espacio de protección, de paseo pausado y de reencuentro con el silencio.
5. Paisajes de cemento
Tiflis (Georgia)
De los bosques vegetales pasamos a los bosques de cemento. Es el caso de algunos barrios periféricos de Tiflis, la capital de Georgia. En esta ciudad del Cáucaso pude observar desde lo alto del Monte Mtatsminda un auténtico bosque de hormigón alejado del pintoresco centro histórico, hileras de bloques rectangulares como huella inequívoca de un periodo anterior pero aún reciente de la historia de Georgia.
6. Paisajes de fe
Muro de las Lamentaciones, Jerusalén (Tierra Santa)
He podido visitar la ciudad santa de Jerusalén en dos ocasiones. Si la primera vez quedé fascinada, quizás la segunda esa sensación fue aún más intensa. En la Ciudad Vieja parecería que nada cambia a través de los tiempos. Cuatro barrios, distintas fes. La religión lo absorbe e impregna todo. Ante el Muro de las Lamentaciones los adeptos a la fe judía rezan balanceándose y golpean con su cabeza el muro repleto de pequeños rollos de papel que recogen anhelos, deseos y plegarias.
7. Paisajes urbanos
Tokyo (Japón)
Carteles luminosos y luces de neón, rojas, azules, amarillas, intermitentes. Aceras abarrotadas de transeúntes, tiendas que se suceden las unas a las otras. Abigarramiento visual. Son algunas de las sensaciones que produce un paseo por las zonas más concurridas de Tokio. La capital de Japón, el País del Sol Naciente, es una megaurbe: varias ciudades en una donde se reúnen modernidad, excentricidad y tradición.
8. Paisajes rurales
Poblado Nubio, Asuán (Egipto)
Una pequeña embarcación nos trae por el Nilo, ya muy cerca de la presa de Asuán. Tras un último tramo por tierra, divisamos por fin las casas pintadas de colores del Poblado Nubio a orillas del río. Siempre me ha parecido evocador el nombre de Nubia, esa región que se extiende entre el sur de Egipto y el Norte de Sudán. Paseo por las calles del poblado y veo a una mujer vestida de negro, sentada y sola, quizás esperando a algo o a alguien. Quizás simplemente dejando pasar el tiempo. Me pregunto cómo será su día a día, cómo será el ritmo de su vida. ¡Somos todos tan iguales y a la vez tan distintos!
9. Paisajes remotos
Rapa Nui o Isla de Pascua (Chile)
El avión despegó hace horas de Santiago de Chile y vuela sobre las aguas del Pacífico Sur. Miles de kilómetros de océano vistos desde la ventanilla sin ningún atisbo de tierra habitada alrededor. De repente, una pequeña isla, de forma casi triangular, emerge de las aguas. Apenas tiene árboles y sus vértices están formados por conos volcánicos. Sé que me esperan allí abajo los misteriosos moais, perdidos en la inmensidad de los mares del sur. La siguiente isla habitada queda a varios miles de kilómetros de distancia…
10. Paisajes cercanos
Parque de El Retiro (Madrid)
Me pongo un abrigo, salgo de casa y camino un centenar de metros. Cruzo la verja y me sumerjo de lleno en un universo de árboles, de pájaros y cisnes, de estanques y rosaledas. Me encuentro con escritores, médicos, santos y personajes mitológicos tallados en piedra. El Parque de El Retiro me pasea cada año por las cuatro estaciones: grises, rosas, verdes y pardos. También me lleva por la historia de Madrid, contada por sus estatuas y placas, o por algunos de sus árboles centenarios. ¡Se puede viajar tan lejos desde tan cerca!