
Viajando por mi memorIA
✍️ Esther & Iván ⎮ Pasaporte a la tierra
No hay nada más estimulante que asumir nuevos desafíos; por eso acepté el reto de utilizar la IA para aportar un enfoque positivo en la creación de un artículo de viajes. Siempre me he considerado un artesano de las palabras, y la idea de fusionar mi pasión por la escritura de viajes con la tecnología me resulta profundamente inspiradora.
Eso me llevó a plantearme en qué podría aplicar la IA, y caí en la cuenta de que a todos nos ha ocurrido, en algún viaje, que no hemos podido inmortalizar con nuestra cámara o móvil algún momento inesperado, fuera de nuestros planes, fotos antiguas que hemos perdido o simplemente no llevábamos encima una cámara con la que fotografiar.
Así se me ocurrió la idea de crear un artículo, escrito completamente a mano, en el que te cuento algunos momentos viajeros sorprendentes, divertidos y únicos, de los que no dispongo de fotografía para ilustrar, pero sí de un recuerdo imborrable en mi memoria. He aprovechado la IA para recrear ilustraciones de esos instantes viajeros y darle una utilidad noble. Aunque advierto que los personajes, escenarios y detalles pueden diferir notablemente de la realidad, esto le añade unas pinceladas de diversión y fantasía.
Quiero que atravieses los portales de mi mente y viajes a través de mis recuerdos. ¿Me acompañas a seguir leyendo este artículo y dejar volar la imaginación, viajando por mi memorIA?
1. Millones de luciérnagas iluminando Borneo
Nuestro viaje a la isla de Borneo, en el cinturón de fuego de Indonesia, fue, sin duda, una de las mejores experiencias que hemos vivido a lo largo de nuestras vidas.
Navegamos durante 3 días a bordo de un klotok, un barco de madera tradicional del sudeste asiático, a través de las aguas color chocolate del río Sekonyer en el Parque Nacional Tanjung Puting.
Durante el recorrido, atravesamos el corazón de la selva mientras íbamos parando en varios campamentos de orangutanes, además de observar una gran variedad de fauna salvaje como monos narigudos, gibones e incluso cocodrilos.
Uno de los momentos viajeros más inolvidables que hemos vivido fue el de dormir sobre la cubierta superior del klotok, rodeados de sonidos de la naturaleza y con la presencia de seres vivos nocturnos a nuestro alrededor.
Al anochecer comenzó la magia, cuando millones de luciérnagas se iluminaban a la vez como guardianes de luz para velar por los bosques, cubriendo de diminutos faroles los manglares, rodeando nuestra embarcación y bailando a nuestro alrededor hasta dejarse acariciar por nuestra mano. Lo recuerdo, verdaderamente, como una experiencia cargada de energía y magia.
2. Estafados en un circo ambulante en Nueva York
¡Pasen y vean! Eso mismo, pero en inglés Come one, come all! No pudimos resistirnos a esa frase y la curiosidad de entrar a un circo ambulante en la ciudad que nunca duerme, eso sí el precio de la entrada prometía un gran show de los horrores.
Nada más lejos de la realidad, tras acceder al interior de una vieja carpa de un circo ambulante cuyo nombre he olvidado, comenzamos a recorrer un maloliente pasillo donde exhibían “terroríficos” ejemplares como una sirena disecada, el feto de un bebé alienígena, un hombre lobo y otras piezas espeluznantes, al estilo del Black Museum en la afamada serie británica de Black Mirror, pero de andar por casa.
Para culminar este “gran espectáculo” nos disponíamos a dejarnos hipnotizar por el show final. Ahí estábamos, un grupo de 6 turistas de pie viendo a una voluminosa mujer introduciéndose unos tornillos a través de las fosas nasales. Cada dólar fue una inversión memorable.
3. Conduciendo un tuk-tuk junto al Taj Mahal
India, eterna belleza y caos en equilibrio, un país que atrapa al viajero empático, aquel que cuenta con la capacidad de viajar con mentalidad abierta, con la mochila llena de tolerancia y con la habilidad de asumir dificultades.
Si bien, India no es para todos, una vez superada la barrera mental de este complicado escenario, es un país con un patrimonio y una cultura que enamora.
Una de las anécdotas más divertidas de nuestro viaje de tres semanas por India tuvo lugar en Agra, la ciudad que alberga el majestuoso Taj Mahal, el mayor mausoleo del mundo, erigido por un rajá como eterno homenaje a su amada fallecida.
De camino al Tah Mahal, paramos un tuk-tuk para que nos acercara, pero lo que no esperábamos es lo que iba a ocurrir a continuación. El conductor, muy sonriente y amistoso, me ofreció conducir su tuk-tuk.
Imagínate conducir a través del caótico tráfico de Agra, yo que no me he sacado el carnet de conducir tuk-tuks. Como no ando cuerdo del todo, acepté el reto. Eso sí, sopesando que el temerario dueño del vehículo estaba dejando su medio de vida en mis manos, tuve que armarme de prudencia.
Por un momento, me sentí como un auténtico conductor local en medio de aquel caos organizado. Al final, todo salió bien y quedó en una divertida anécdota más que contar.
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4. El Zapatero de Capadocia
Esta breve historia ocurrió en la ciudad de Göreme, un pequeño pueblo situado en Capadocia (Turquía), donde se suceden los paisajes áridos y formaciones inverosímiles como chimeneas de hadas, valles de fantasía, ciudades subterráneas y cuevas con frescos cristianos, entre otros lugares que te aconsejo visitar.
Era por la tarde y a Esther se le había estropeado la suela de su sandalia y, por suerte, encontramos una zapatería artesanal en esta villa turca. Tras estar ojeando varios calzados para sustituir las viejas y estropeadas sandalias de Esther, se nos acercó el viejo dependiente sin saber inglés, y mucho menos español, pero consiguió comunicarse con nosotros a través de señas. Nos indicó que esa sandalia tenía arreglo, así que la dejamos en sus manos, curtidas por los años de trabajo.
Tras usar sus herramientas con gran habilidad, la sandalia quedó como nueva. Cuando fuimos a pagarle, nos dijo que no, que era un regalo para nosotros. Por mucho que le insistimos, el no aceptaba nada a cambio.
Aquel gesto, tan sencillo como significativo, quedó grabado en mi alma como símbolo de la gran hospitalidad turca.
Siempre quedaremos agradecidos por su infinita generosidad. Sé que cuando vuelva a Capadocia, le llevaré un recuerdo de España.
5. Jauría de perros en Lago Inle
Uno de los lugares más insólitos que visitamos en Myanmar, fue el Lago Inle. Navegamos por sus aguas en una pequeña canoa acompañados de un joven barquero, con el propósito de ir explorando varias aldeas flotantes y tener un acercamiento con las comunidades locales, donde quedábamos boquiabiertos admirando sus arraigadas costumbres, los pescadores acróbatas, los trabajos artesanales y la curiosa forma de vida intacta en el tiempo, ajenos a la locura y ritmo frenético de occidente. Lo recuerdo tal y como si se hubiera pausado el tiempo en esa remota parte del mundo.
Hicimos base en el pueblo de Nyaungshwe, punto de entrada para visitar al lago. Se trata de una pequeña localidad que cuenta con algunos alojamientos turísticos y restaurantes.
Tras volver de una lejana travesía en coche desde el bosque petrificado de pagodas de Kakku, nos disponemos a buscar un sitio para cenar en el pueblo. Lo que no esperábamos fue encontrarnos con una jauría de decenas de perros, por lo menos había un grupo de más de 40 perros que comenzó a seguirnos a ritmo cada vez más rápido. Sentíamos su hostilidad y su amenaza a través de gruñidos y algún ladrido que otro.
El miedo empezaba a recorrer nuestro cuerpo y sentíamos un nudo en la garganta. Los perros, lejos de ser amistosos, nos intentaban acorralar. Tuvimos que dar vuelta atrás hasta conseguir volver al alojamiento. Esperamos durante más de una hora para asegurarnos de que se habían alejado. Por unos instantes, nos veíamos siendo la cena de estos canes, no muy simpáticos.
6. Bacalao con papas en una Campervan en Islandia
Uno de los roadtrips más impresionantes que hemos hecho durante nuestras vidas fue el de recorrer la Ring Road de Islandia en un viaje de 10 días.
Fue una aventura a bordo de una van camperizada, la cual nos servía como refugio móvil tanto para dormir como para cocinar, a la par que nos permitía recorrer y explorar los paisajes de ensueño de la tierra del fuego y el hielo.
Esta ruta nos condujo a través de territorios indómitos, donde volcanes y geiseres ponen voz a la fuerza de la naturaleza, con sus rugidos desde lo más profundo, donde las lenguas de hielo se despliegan en glaciares interminables, y donde los campos de lava recubiertos de musgo nos transportan a otro planeta.
Entre tanto, pernoctamos en el interior de nuestra campervan de alquiler bajo el manto estrellado e incluso alguna tenue aurora boreal pintando el cielo de colores imposibles. Recuerdo un momento muy divertido, cocinando bacalao y papas, mientras combatíamos el frío y el mal tiempo del exterior, a base de comida caliente y vino de calidad cuestionable.
7. Vísceras en Budapest
Nos reunimos en un viaje de amigos para celebrar la despedida de soltero de mi hermano mayor. La ciudad elegida fue Budapest, la capital húngara donde podíamos disfrutar tanto de visitas a lugares culturales durante el día, como: el Puente de las Cadenas, el majestuoso Parlamento, los baños termales de Széchenyim o el Bastión de los pescadores, entre otros.
Por la noche, los ruins bar se convirtieron en nuestro mejor aliado de juergas, justo en el epicentro de la diversión de la ciudad. Estos bares únicos estás instalados en antiguos edificios abandonados, rezumando un ambiente alternativo y bohemio.
Brindamos y celebramos por el novio hasta altas horas de la madrugada. A pesar de que aun encuentro lagunas en mi memoria, fue un viaje muy divertido a la par que difícil de reconstruir en su totalidad en mi cabeza.
De lo que nunca me olvidaré fue lo ocurrido en la primera cena, ya que llegamos algo tarde a la ciudad desde el aeropuerto, y casi todos los locales del centro de la ciudad se encontraban ya cerrados o recogiendo las mesas.
Encontramos un restaurante algo escondido en una callejuela poco iluminada. Nos dejaron acceder a pesar de ser tarde y nos atendió una simpática y joven camarera, pero que no hablaba nada de inglés. La carta estaba escrita en húngaro y apenas les quedaba comida disponible, así que pedimos varios platos para probar todo lo que ofrecía la carta de restaurante de aspecto chabacano y descuidado.
Lo que no nos podíamos imaginar es que la barrera lingüística nos iba a traer un sinfín de raciones de criadillas de toro, lengua de vaca, huesos con gelatina de tuétano, sexos y otras “exquisiteces” proveídas de alguna casquería local. Esa fue una de las cenas más extrañas que recuerdo haber tenido a lo largo de mi vida.
8. Noche estrellada sobre el Gran Jaguar de Tikal
Volvíamos de una excursión desde el cercano yacimiento arqueológico de Yaxhá, una antigua ciudad maya en la selva de Petén. Cabe mencionar que nos encontramos un ejemplar adulto de jaguar merodeando en el camino, algo insólito, debida a la baja concentración de este felino en el Parque Nacional de Tikal, añadiendo un plus a la ya emocionante aventura por este territorio virgen de Guatemala.
Nos dirigíamos de vuelta hasta nuestro lodge, pero no sin antes volver a pasear a los pies de las majestuosas siluetas del Templo del Gran Jaguar y el Templo de las Máscaras.
Era noche cerrada, permanecíamos allí de pie, envueltos por los sonidos que emitía la naturaleza y algún solo a capella de los monos aulladores, refugiados en la copa de las ceibas y árboles de Ramón.
Nunca podré imaginar la estampa del Templo del Gran Jaguar envuelto por millones de estrellas, visible como nunca antes la había presenciado. Sin duda, un momento imborrable en mi memoria viajera.
9. Dos hipocondríacos y un ratón de safari en India
Uno de los ingredientes que nos gusta añadir a nuestras recetas viajeras, es el de realizar safaris para avistar fauna salvaje en libertad. Nos encanta la fotografía y retratar la vida silvestre, por lo que nos trasladamos hasta un lodge en la jungla de Bandhavgarh, para realizar varios safaris en la zona de Tala.
Queríamos poder observar en su hábitat a uno de los felinos más fieros y hermosos del planeta, el tigre de bengala. ¡Y vaya si lo vimos! Tuvimos la suerte de verlo pasear cerca del camino durante un buen rato. Además, vimos una gran variedad de fauna salvaje como el chacal, la mangosta, el gaur, macacos, águilas o ciervos, entre otros muchos ejemplares.
Tras una agotadora y exitosa jornada de safaris, nos disponemos a cenar y dormir en el lodge en medio de la jungla que habíamos reservado. Al parecer, éramos los únicos turistas presentes y un equipo de al menos 15 indios estaban involucrados en atendernos todo el tiempo a nosotros dos. ¡Todo un lujo a la par que intenso!
Al despertar, me llevé una desagradable sorpresa. Un ratón me estaba mordiendo el dedo y relamiendo mi sangre. Me levanté de golpe muy asustado, mientras que el ratón huyó y se escondió. Tras leer en internet las posibles enfermedades que podía contagiarme un ratón en India, toda mi vida se pasó delante de mí. Al día siguiente, nos dirigíamos a la ciudad de Khajuraho, donde me vieron en pánico por lo sucedido y se rieron de mí. Únicamente me pusieron una vacuna contra el tétano y me dijeron que no tenía de que preocuparme. Todo quedó en un susto sin más, pero mi consejo es que no leáis todo lo que viene en internet, especialmente si sois un poco hipocondríacos como nosotros dos.
10. Esther y el pianista de Semarang
Poníamos punto y final a nuestro recorrido por la isla de Java en Indonesia, a bordo de un temerario conductor local llamado Bang Bang, con quien pasamos bastante miedo. Vivimos experiencias inolvidables como: visitar el Templo de Borobudur al amanecer, los templos hinduistas de Prambanan al atardecer, el desove de tortugas en Sukamade, coronado el cráter del Monte Bromo, fuimos testigos de las llamaradas azules del volcán Ijén o el arte local en la ciudad de Yogyakarta, entre otras vivencias.
Nos dirigimos hasta Semarang, enclave estratégico situado al norte de la isla, para pasar noche y tomar un vuelo a la mañana siguiente con rumbo la isla de Borneo. Tras probar varios platos de comida local en el buffet libre del hotel, nos tomamos una última cerveza en el hall, puesto que habíamos escuchado durante la cena las notas melódicas de un pianista local.
Había un ambiente íntimo, solo una docena de personas en aquel coqueto escenario musical. De manera inesperada, recuerdo a Esther cuchicheándole algo al pianista indonesio y, en seguida, fusionaron voz y piano para desatar un improvisado “Knockin’ on Heaven’s Door” que puso de pie al grupo de turistas allí presentes. Lo recuerdo como un momento especial, con toda mi admiración por los músicos que nos emocionan con sus melodías, capaces de hacer que nos olvidemos de los problemas, aunque sea por un instante.
Entre recuerdos y sueños, cada viaje permanece vivo, iluminando como luciérnagas los rincones de mi memorIA. Aunque no haya fotografías para ilustrar todas las experiencias viajeras, estos momentos quedarán para siempre grabados en mi alma, esperando ser contados una y otra vez.
* Todas las imágenes que acompañan este texto han sido generadas íntegramente con IA

Dromomanía: la obsesión por viajar
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Un comentario
Antonio Camacho
Buenas historias y muy chulas las fotos que te hacen vivir las experiencias que pasasteis. Gran artículo!!