Ciudades del Mundo para Disfrutar con los Cinco Sentidos
✍️ Ariana García Ortiz⎮Destino Suroeste
Cuando llego a una ciudad y especialmente si no he estado antes, siempre intento detenerme unos instantes a observarla, escucharla, sentir su ritmo, percibir esos aromas propios por primera vez. Dejarme llevar sin pensar y sin buscar nada, pero saboreando este momento de manera consciente.
He disfrutado de muchas ciudades con los cinco sentidos, pero estas son algunas de las más estimulantes que he conocido. Tienen alma, son vibrantes y dejan huella. Tanto, que volvería una y otra vez.
Marrakech
Solo hace falta pasear por la plaza Jemaa el-Fna para activar los sentidos al máximo. Sentarse en una de las numerosas terrazas al atardecer y participar en esa transformación tan fascinante cuando cae el sol. Un lugar único en el mundo, con una magia que hipnotiza.
La llamada a la oración, los sonidos de los tambores, los olores de las parrillas y especias, el sabor del té. Acariciar los tejidos en los zocos, apreciar el ritmo apabullante de la medina y quedar hipnotizada ante ella. Así sentí Marrakech, una ciudad que por alguna razón, o muchas, me sedujo por completo.
La Habana
Recuerdo perfectamente cuando llegué a La Habana. Después de una larga espera para recoger el equipaje -ahí ya fui consciente de que allí la vida es más pausada-, salí del aeropuerto y lo primero que llamó mi atención fue el intenso aroma a tabaco. Más tarde, en la Habana Vieja me dejé llevar por el son cubano y los ricos daiquiris que tomaba Hemingway en el Floridita.
No olvidaré las imágenes de la gente en mecedoras a las puertas de sus casas pensando y fumando habano, ni tampoco el sonido de los cláxones de los almendrones o los atardeceres intentando tocar el mar desde el Malecón. La Habana, una ciudad con sentimientos encontrados y una riqueza cultural, histórica y arquitectónica que atrapa.
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Nueva York
El ruido del tráfico y las obras, o el silencio y la tranquilidad en Central Park. Observar los infinitos rascacielos desde el suelo o la ciudad desde las alturas; ver el humo de las alcantarillas por primera vez. Reconozco que fui sin muchas pretensiones, pero Nueva York me enganchó desde el primer momento.
Me detuve a contemplar las quedadas de vecinos para jugar al dominó en China Town y después aluciné con las vistas desde el puente de Brooklyn. Por supuesto, probé las tentadoras pizzas y hamburguesas -también los perritos calientes de los puestos callejeros, atraída por su inconfundible olor-. Pero quizás, uno de los mejores recuerdos que tengo es poder tocar y sentir en mi rostro los copos de nieve cayendo sobre Times Square.
Sevilla
Once años viviendo aquí y todavía rememoro esas primeras veces cuando paseo por sus calles. El olor a azahar e incienso anunciando la llegada de la primavera o el de las castañas asadas cada otoño en la Avenida de la Constitución. Escuchar una saeta en Semana Santa o las alegres sevillanas en la Feria de Abril.
Los platos y dulces de Cuaresma y una cervecita bien “tirá” en sus bares más populares. Dar un romántico paseo por el Parque de María Luisa y llegar a la Plaza de España para disfrutar de un espectáculo visual único en el mundo. Ir al mercadillo del jueves en la calle Feria o a la Velá de Santa Ana en Triana. Hay muchos planes para caer rendido ante la magia de esta ciudad, uno de mis favoritos es despedir el día a orillas del Guadalquivir.
Hanoi
Creo que no me equivoco si digo que Hanoi es una de las ciudades más intensas del mundo, al menos de las que conozco. La humedad y el calor en verano, sus millones de motos, la mezcla de aromas en los bulliciosos mercados y calles del barrio antiguo, el olor a incienso en sus templos.
Probar el café con huevo por primera vez o disfrutar de los ricos sabores de la comida callejera. Dar un paseo matutino en los alrededores del lago Hoan Kiem para descubrir una de las estampas más cotidianas. Entrar en la calle del tren para aumentar la adrenalina y más tarde, relajarte con un masaje de la cabeza a los pies. La capital vietnamita es otra de las ciudades que más me han marcado.
Lisboa
Siento auténtica fascinación por Portugal y en su capital percibo muchas de estas sensaciones. Escuchar un concierto de fado en alguno de los bares de la Alfama o apreciar la rutina diaria de los vecinos del barrio más antiguo de Lisboa, mientras tienden la ropa en los balcones e intentas entablar una conversación en portugués con ellos.
El sonido de los tranvías, las vistas desde sus numerosos miradores al caer la tarde. El olor a mar en la ribera del Tajo antes de desembocar en el Atlántico, o el de las sardinas o el frango grelhado en sus tascas más típicas y los irresistibles pastéis de nata. Lisboa siempre será una de mis ciudades imán.
Cádiz
He estado en Cádiz en innumerables ocasiones y siempre que voy acercándome a ella, tengo la misma sensación de bienestar y felicidad. El olor a sal, la brisa marinera, esos tonos dorados y plateados, su levante. Dejarme llevar por el 3×4, presenciar las reuniones de amigos en La Caleta o admirar la alegría de los gaditanos en su día a día.
Saborear las ortiguillas, las tortillitas de camarones o los chicharrones con un buen vino de Jerez; ver la puesta de sol en alguna de sus preciosas playas o subir a sus torres para enamorarte de la ciudad más antigua de Occidente y profundizar en su historia milenaria. Cádiz es mi ciudad vitamina.